asignatura "problemas psicosociales en chile", universidad alberto hurtado

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jueves, 25 de septiembre de 2008

De hombre y mercado

Trabajando para el enemigo

Personalmente, no me gusta mucho hablar de un conflicto entre el trabajo y la familia, como ya lo han hecho muchos y donde me incluyo. En esta pugna, ni la familia ni el trabajo son enemigos, aunque si protagonistas. Uno tiende a ver a la primera como la “buena” de la historia, y al trabajo como el antagonista, siendo que, si le prestamos mayor atención, nos damos cuenta de que ambas no son mi más ni menos que aliados del individuo. De hecho, si bien la familia depende del trabajo, éste está para servirla a través del individuo. Es como un círculo donde todos dependen de todos. El individuo depende de la familia (como soporte emocional, para reírse, para el ocio, para amar, para lo que su concepción de familia pretenda) y del trabajo, en el soporte económico. La familia a su vez está conformada por el individuo y los demás entes, sin estos simplemente no existiría, y necesita al trabajo para lo mismo que lo requiere el individuo. El trabajo alimenta al individuo y a la familia, o sea, esta para servirles. Es el aliado de ambos. Pero tendemos a echarle la culpa, porque las exigencias superiores crean horarios inflexibles y rígidos que dividen por completo al trabajo, que puede ser incluso amado por el trabajador, y la familia, que claramente debería ser amada por el mismo. Insisto, no creo que sea el trabajo el antagonista aquí. Es, de hecho, tan inocente como la familia.

“La tendencia a trabajar en turnos, especialmente en industrias y en el sector comercio, en trabajos domiciliarios, en trabajos de jornadas parciales y en jornadas atípicas impone tensiones en la vida familiar, porque los horarios se organizan solo en función de los intereses del mercado.” (Arriagada, 2005)
Del Mercado. Ahí está el verdadero antagonista del cuento. Todo se ajusta en relación a lo que el mercado exige, y el trabajador no queda fuera de esto. El horario, tan reclamado por el mundo tanto laboral como familiar, está dado a favor de la maximización de la producción, sin tomar en cuenta las consecuencias que pueden implicar en el individuo y quienes lo rodean (ver aquí).
Como dice Walzer (2001) “El libre funcionamiento de cada lógica interna solo se puede evitar por una fuerza tiránica que transgreda las fronteras, que supere los muros que establece el arte de la separación”. El mercado, fuerza tiránica, impide el libre funcionamiento de la dimensión familiar, y al requerir cierta producción impone estos horarios que tanto perjudican a la familia y al individuo.

El trabajo debe ser nuestro aliado. No por nada se habla de una conciliación entre la familia y el trabajo, se necesita una compatibilización, no una erradicación de alguna de las dos partes. De todas formas, es el individuo, el trabajador, quien está en medio. Es él quien, en la práctica, es responsable de si esta conciliación es bien llevada a cabo o no. En él recae la mayor parte de esa responsabilidad.

El Amo Esclavizado

“El jefe de la casa”, suelen decirle a quien trae los ingresos al hogar. Es quien, cuando llega su morada, le esperan con una buen plato de comida. Es el dueño del hogar, quien manda cuando esta en su territorio, y tanto hijos como cualquier otro sustentado deben obedecer.

Algo así era la imagen que se daba de familia. Al menos la clásica, tradicional y quizá ya obsoleta. Pero sigue existiendo una imagen algo parecida. Al menos, quien más ingresos aporta, más dueño del hogar es. Pero me parece un poco triste la contradicción que puede llegar a darse. El mismo “amo y señor” del hogar es, a su vez, un esclavo de éste. Un esclavo de su familia. Y no sólo de ellos, sino que también de su trabajo. Y no solo lo afecta a él, al trabajador, sino que a su familia, quienes sufren de su ausencia y, como ya hemos dicho una y otra vez, son victimas de su horario de trabajo.
Marx, al hablar del trabajo enajenado, explica muy bien esta situación, al decir que “la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general” (1844). Karl nos muestra de la mejor manera como el mercado hace del individuo una pieza más. Aplicado a este caso, un esclavo de su trabajo, desvalorizado por lo que es y por que hay detrás de él (familia) a favor de la mejor producción. Y, lamentablemente, un esclavo de su familia: trabajando por ellos, pero sin ellos. Casi como con el mercado.


Referencias

- Arriagada, I. 2005, Limites del uso del tiempo: dificultades para las políticas de conciliación familia y trabajo. Reunión de expertos, Naciones Unidas, Cepal. Consultado en 21/09/08.
Extraido de http://www.eclac.cl/dds/noticias/paginas/2/21682/Irma_Arriagada_final.pdf

Marx, K. 1844. Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844; Primer Manuscrito. Consultado en 09/ 22/ 08, extraído de http://www.marxismoeducar.cl/me-001a.htm#1-4

- Walzer, M. 2001. Guerra, política y moral. Edición Paídos, I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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